lunes, 9 de abril de 2007

A mi madre

Veinticinco años hace
que te fuiste de esta vida,
veinticinco años madre
de penares y de risas.

Dios tendría motivos
para llevarte con él,
pero así mi destino
ha sido bastante cruel.

De niña me faltaron
tus besos y caricias,
de adolescente consejos
para guiar mi vida,
ahora en la madurez
esa mano tendida,
que siempre tiene una madre,
para ayudar a su hija.

No es reproche,
si no añoranza,
a quien mejor que a ti
para dar mi confianza.

Ni un recuerdo de ti,
ni tu ojos, ni tus manos,
ni tu recta nariz,
ni el color de tus labios.

¡Que difícil imaginarte!
¿como andabas?,
¿como era tu semblante?,
¿como reías o llorabas?.

¡Ay madre mía!
tantas y tantas cosas
te preguntaría,
ver contigo el mar
que bello sería,
la luna y las estrellas
te las regalaría,
las flores del campo
envidia tendrían,
pues tu belleza
no la igualarían,
¡ay madre mía!

Febrero, 1998

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